sábado, 2 de octubre de 2010

RENOVARSE

Ahora que caen las hojas de los árboles en un hemisferio y, en el otro, empiezan a florecer, ahora que estamos viviendo, por todas partes, momentos intensos de cambio, me parece una buena idea renovarse, como lo hace la naturaleza con las estaciones.

Y, aunque suene simple, yo empiezo por los armarios. ¡Parece mentira la cantidad de ropa que se puede llegar a acumular en el transcurso de la vida! Mi abuela materna, por ejemplo, se pasó buena parte de sus últimos 20 años haciendo colchas de ganchillo, de las que yo heredé una cantidad respetable. No tengo la costumbre de cubrir mi cama con ninguna de ellas, aunque son preciosas. La verdad es que se han pasado años sin moverse del armario, tapadas en fundas de plástico. Pues se acabó, me he quedado con una, como recuerdo y las demás las estoy regalando.

Hay sábanas, manteles, albornoces, fundas y cojines y un montón de telas más, ya envejecidas, que todas guardamos por si acaso, que yo ya he decidido jubilar. Lo mismo con las faldas, vestidos, jerséis y blusas que ya no me pongo. ¡Tengo la habitación de los armarios patas arriba, como si estuviera en obras! Voy haciendo bolsas a ratitos y con cada una que se va de casa, siento como si me hubiese sacado años de encima. No es fácil, porque con cada pieza hay que negociar, pero sé que lo hago por mi bien, para aligerar mi alma y pienso seguir así, sin prisas pero sin pausas, durante todo el año y parte del otro y, quizá, como comentaba medio en broma a una amiga, hasta que me muera. No quiero que los que me sobrevivan tengan que enfrentarse con lo que yo no he tirado.

Creo que al alma le pasa lo mismo que a los armarios abarrotados. Si no vamos deshaciendo el dolor, las heridas que hemos ido acumulando, no nos queda espacio para apreciar la alegría, la belleza, la bondad, todo lo bonito que nos puede suceder en la vida. Precisamente cuando más tristes estamos, más importancia adquiere renovarnos. Y eso, aunque también parezca simple, puede empezar por cuidar más nuestro aspecto. Sé que hay días en que uno no tiene ganas de nada, ni puede salir de casa, pero ir a la peluquería, arreglarse un poco, abrir una botella de vino en la cena, ir a pasear con una amiga, hacer algo porque sí, porque nos gusta levanta el ánimo. Y así, poco a poco, el corazón se va ensanchando y las heridas se van curando. Si a eso le sumamos la guía de un buen terapeuta, un poco de ejercicio diario y un masaje de vez en cuando, el “plan renove” está asegurado.

4 comentarios:

  1. Mercé muchas gracias por tus bonitas palabras, pero que dificil es desprenderse de las cosas, me llegan días muy duros, siempre me gusto el mes de octubre, era el mes del cumpleaños de mi madre, el de mi querido hijo Alvaro, pero ahora no me gusta porque pronto mi hijo cumple dos años sin tenerlo a mi lado. Besos Mirella

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  2. Mireia, bonita, precisamente porque van a ser días difíciles, tienes que intentar agarrarte al amor, con todas tus fuerzas, tus actos y tus pensamientos y así, tu hijo Álvaro, lo tendrá más fácil para mandarte energía. Mireia tu hijo está a tu lado, pero no en este plano, no le pidas eso, no puede. Regálale tu amor incondicional, aunque no esté aquí, aunque no puedas verle. Acepta la vida, Mireia, aunque duela, acepta que el amor es eterno y que tu tienes un sinfín de posibilidades de ser feliz. Ya sabes qué es pasarlo mal, ahora procura pasarlo bien siempre que puedas. Experimenta el amor, la alegría, ese es el mejor regalo para Álvaro, para ti, para tu familia y para todas las madres y padres que a los que se les ha muerto un hijo.
    Sé que lo intentas y que lo conseguirás,

    Un abrazo grande,

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  3. Hola Mercé, hacía mucho tiempo que no te escribía, quiero mandarte un fragmento de Bucay para decirte que con tu blog has sido ese hombro en el que refugiarme de tanto dolor.
    Mi eterno agradecimiento por tu labor.
    Besos.
    Gema.

    Un día mi madre me preguntó cuál era la parte más importante del cuerpo. A través de los años trataría de buscar la respuesta correcta. Cuando era más joven, pensé que el sonido era muy importante para nosotros, por eso dije:
    —Mis oídos, mamá.
    —No, muchas personas son sordas y se arreglan perfectamente. Pero sigue pensando, te preguntaré de nuevo.

    Varios años pasaron antes de que ella volviera a preguntarme. Desde aquella primera vez, yo había creído encontrar la respuesta correcta. Sin embargo, le dije:
    —Mamá, la vista es muy importante para todos; entonces deben ser nuestros ojos.
    Ella me miró y dijo:
    —Estás aprendiendo rápidamente, pero la respuesta no es correcta porque hay muchas personas que son ciegas, y salen adelante aun sin sus ojos.

    Continué pensando cuál era la solución. A través de los años, mi madre me preguntó un par de veces más, y ante mis respuestas la suya era:
    —No, pero estás poniéndote más inteligente con los años. Pronto acertarás.

    El año pasado, mi abuelo murió. Todos estábamos dolidos. Lloramos. Mi madre me miraba cuando fue el momento de dar el adiós final al abuelo. Entonces me preguntó:
    —¿No sabes todavía cuál es la parte más importante del cuerpo, hijo?

    Me asusté. Yo siempre había creído que ese era un juego entre ella y yo. Pero mi madre vio la confusión en mi cara y me dijo:
    —Esta pregunta es muy importante. Para cada respuesta que me diste en el pasado, te dije que estabas equivocado y te he dicho por qué. Pero hoy necesitas saberlo.
    Ella me miraba como sólo una madre puede hacerlo. Vi sus ojos llenos de lágrimas, y la abracé. Apoyada en mí, dijo:
    —Hijo, la parte del cuerpo más importante es tu hombro.
    —¿Es porque sostiene mi cabeza?
    —No. Es porque puede sostener la cabeza de un ser amado o de un amigo cuando llora. Todos necesitamos un hombro para llorar algún día en la vida, hijo mío. Yo sólo espero que tengas amor y amigos, y así siempre tendrás un hombro donde llorar cuando más lo necesites, como yo ahora necesito el tuyo.

    Cuando evocamos a los seres queridos que nos faltan, surge el recuerdo del hombro en que alguna vez lloramos, y la búsqueda del hombro amigo que nos ofrezca consuelo.

    Cuando evocamos a los seres amados que se fueron, sentimos que es el momento en que nuestras almas se afinan para la melodía más profunda y sincera que nuestros corazones pueden crear.

    Cuando evocamos a los que tanto añoramos es el tiempo de nuestro silencio. Cada uno con su imagen personal. Un padre, una madre, un hijo, una hija, abuelos, un marido, una esposa, un hermano, una hermana, un amigo. Así que cuando los evocamos, la melodía de sus vidas vuelve suave y dulcemente. Como si abriéramos un viejo baúl, los recuerdos y las imágenes van apareciendo y vuelven a emocionarnos.

    Cada uno con su historia de amor, única, que continúa dando calor a nuestra vida. Una historia de sueños e ideales, de valores y tradiciones. Una historia en la que ellos y nosotros fuimos los protagonistas. Y que al recordarlos, continuamos escribiendo. Historias que nos contamos solamente a nosotros mismos, y tal vez a Dios.

    Jorge Bucay

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  4. Gema gracias, gracias y mil gracias. Gracias también de parte de Ignasi, mi hijo, cuya energía impregna este blog, que tanto amor me da. Gracias también de parte de mi hijo Jaume que lo creó.
    He trabajado estrechamente con Jorge Bucay, durante el año y medio que dirigí la revista Mente Sana, de la que él es inspirador y principal responsable, y sé que sus escritos ayudan a muchísimas personas de todo el mundo.

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