Me gustan los días festivos y más si hay cuatro seguidos, como ocurre ahora con el puente del Pilar. La ciudad pierde las prisas y el murmullo incesante que la envuelve disminuye. Durante estos paréntesis de actividad laboral, es más fácil encontrarse con uno mismo, con las emociones aparcadas, con los sueños arrinconados… A mi me encanta estar en casa sin horarios, escuchar música por la noche sin el agobio de tener que madrugar y abrir los ojos por la mañana con la agradable sensación de tener todo un día por delante. Disfruto muchísimo de esta sensación, mezcla de ilusión y libertad, porque recuerdo muy bien las épocas de mi vida en que no ha sido así. Cuando al despertar me embargaba un sudor frío y salir de la cama representaba un acto de extrema voluntad. Sí, es más bonita la calma cuando se han atravesado grandes tempestades. Sé que a las personas que se encuentran en los primeros años de dolor, de pérdidas y duelo les cuesta imaginar que volverán a amar la vida. Pero también sé que tienen más posibilidades que otros de conseguirlo, de sentir alegría, de estar en paz. Cuando la existencia nos sacude y eso ocurre a menudo, con mayor o menor intensidad, saber que todo pasa, menos el amor, nos da fuerzas para continuar. A mí, cuando lo que sucede me aturde, me hiere, me va bien confiar en que los nubarrones, que a veces veo tan negros, se disiparán. Mientras, recurro al saber profundo que me ayudó a salir de otras incertidumbres y pido claridad a mis guías. Me reconforta pensar que hay grandes maestros que me ayudan y que mis seres queridos, vivos y muertos, velan por mí. No importa cuantas veces caiga, sé que en mí está el poder de volverme a levantar, de seguir con mi propósito que es amar. Donde hay luz disminuye la oscuridad.
Es difícil vivir cuando tu cuerpo lucha por el recuerdo de una hija que se ha ido para siempre, que no podrá crecer, reir, llorar, luchar, jugar contigo nunca más, un mundo vacío que intentas llenar con actividades ciegas, absurdas, volátiles, con consuelos que no colmarán nunca la felicidad que ella llenaba con su presencia. No sé como vivir, y sin embargo vivo, escribo, trabajo, y vuelvo a casa cada noche pensando: ella no volverá. Su ausencia no se puede llenar con nada, su soledad es mi soledad vencida, un tren que se ha escapado para siempre. No hay consuelo, aunque construyamos una vida nueva sobre les escombros de otra que se ha ido para siempre. Aceptemos que quizás todo ésto, como dice la enfermera del libro de La Hermana, de Sando Marai, no tenga sentido. Vida, enfermedad, muerte. Realidad pura y dura. Things happen.
ResponderEliminarQuerida Mercè... leo tus palabras y me vuelven a encender la luz. La alegria de vivir,... y por que no?? No puedo abrazar a mi nena como hago con mi otro hijo pero ella me enseña otra manera de abrazar, de ir más allá de los sentidos más físicos, me hace más rica. Sí... por que no la alegria de vivir. Hoy me preguntaron, que tal, como estás Sandra? Y me acordé de la alegria de vivir, y dije por primera vez; Bien, estoy bien. Es un bien profundo, un bien hacia dentro, un bien lleno de amor. Bien no quiere decir que me olvide de mi pequeña. Al contrario bien es por ella, bien es porque ella me hace más persona cada dia.
ResponderEliminarLa alegria de vivir.... Gracias.
No me cansaré de pasar por aquí.
Besitos llenos de gratitud en un dia de otoño.
Querida Merce:
ResponderEliminarA mi ahora mismo se me hace muy dificil creer que un dia volveré a sentir la alegria de vivir, pero confio en tus palabras y pienso, si estas personas que tambien han perdido un hijo han podido, por qué no podré yo? Me encuentro en esa etapa de la que hablas en la que te despiertas con un sudor frio, todos los dias me despierto y recuerdo a mi Lucía y me invade una profunda tristeza, tristeza por no tenerla y tristeza por recordar todo lo que tuvo que sufrir con su terrible enfermedad. Espero que algún dia pueda recordarla sin este dolor. Muchas gracias por trasmitirme la esperanza de que ese dia llegará. Besos
Madres de Alexia, de Cris y de Lucia, no hay ningún duelo igual i la muerte de un hijo remueve tanto, llega tan hondo, que es necesario tiempo -yo tarde años- y un gran esfuerzo y trabajo personal para volver a la vida. El camino es difícil, pero es posible, de eso no tengáis duda.
ResponderEliminarMe ha encantado Sandra lo que has escrito: ..."dije por primera vez; Bien, estoy bien. Es un bien profundo, un bien hacia dentro, un bien lleno de amor. Bien no quiere decir que me olvide de mi pequeña. Al contrario bien es por ella, bien es porque ella me hace más persona cada dia.
Un abrazo grande