2 de junio de 1999
Miércoles (tarde)
El día 27 de Diciembre, por la mañana, cuando vi por primera vez a mi hijo después del accidente, ya sólo me encontré con su cuerpo. Vivía con respiración artificial y la actividad de su cerebro era nula. Media
Aquella misma noche intuí que todo iba mal, mi hijo no reaccionaba a la medicación y el tiempo jugaba en contra y acentuaba la gravedad de las lesiones cerebrales. De madrugada le dije a mi marido que estaba en la cama contigua a la mía, con dos vértebras, varias costillas y la rodilla rota, si le parecía que había llegado el momento de darle permiso a Ignacio para que se fuera. Elisabeth, nuestra querida amiga y doctora, estaba con nosotros. Nos miró y confirmó que médicamente ya no se podía hacer nada.
Pedí un ansiolítico que, sobre todo, no me diera sueño y me llevaron a
La doctora encargada de la donación de órganos vino a nuestra habitación y Luis y yo le dimos nuestro consentimiento. Me temblaron las manos cuando firme la autorización. Le rogué a la doctora que me dejara estar presente en el quirófano cuando le desconectaran. Era del todo imposible. Entendía mis sentimientos, pero no podía ser. Le pregunté si ella estaría allí. Contestó que sí. Entonces le pedí un favor: que le dijera a mi hijo, aunque fuese mentalmente, que sus padres le queríamos, que no tuviera miedo y se dirigiera hacia la luz. Eso es lo que le hubiese dicho yo, si hubiera podido estar allí, y estoy segura que ella lo hizo.
Aquellos dos días actué con la ayuda de una fuerza superior a mí, lo sé. Mi amiga Elisabeth me explicó después que parecía como si tuviera un radar; estuve serena, atenta a todo lo que sucedía y no lloré. Pero durante la madrugada de la noche que desconectaron a Ignacio, Luis y yo lloramos desconsoladamente. Mi madrina, enfermera de Bellvitge, estuvo con nosotros. Ella aguantó todo mi dolor, mi angustia, mis quejas, mi desesperanza. Ella me ayudó, 41 años atrás, a nacer y a ella le conté aquella madrugada que la vida siempre me pedía más de lo que yo era capaz. Que no podía más, que seguir suponía demasiado esfuerzo. Que estaba cansada de luchar. Su vida tampoco ha sido fácil, tal vez por eso las dos nos comprendemos. Mi madrina me quiere desde siempre. Me escuchó y me dijo que tenía que continuar y que no idealizara demasiado a Ignacio porque entonces no dejaría espacio para Jaime. Un consejo de mujer sabía.
Esto es lo que hice yo, gracias a que dos años antes tuve la suerte de leer algunos libros de Elisabeth Kübler-Ross. Un buen día pensé que si todos tenemos que morir, lo mejor que podía hacer era documentarme sobre el tema. Siempre he pensado que la información, el conocimiento ayudan a desvanecer el miedo. Nunca hubiese podido imaginar que lo que aprendí de aquellas lecturas lo utilizaría para acompañar a mi hijo. Ahora, además de darle permiso para que se fuera le diría también que no sufriera por nosotros, que aprenderíamos a vivir sin su presencia física, que la semilla de amor que él plantó en nuestros corazones florecería. Pero en aquellos momentos eso no lo sabía. Lo desconocía todo sobre la vida después de la muerte. Ahora sé que lo que llamamos muerte no existe, que la energía se transforma, pero es eterna. Y también sé que es más fácil el camino para los que se van si perciben en los corazones de sus seres queridos el compromiso de salir adelante sin ellos, cueste lo que cueste.
no tengo palabras para tal semejante historia, historia que por desgracia la viven muchos padres y madres de hoy.Mi mas sincera enhorabuena por tal articulo escrito, por tener esa fuerza de voluntad tan impetuosa y por ser una madre coraje.Soy madre y creo que eso es lo mas doloroso que te puede pasar en la vida, tambien soy nieta de una mujer que perdió a su hija con 15 años de una eningitis, la unica hija que adoraba, se la arrebataron d esus manos, lloró, se retorció, cayó en una profunda depresión, pero salió adelante conla ayuda de los suyos.Así dios quiso darle una nieta que es clavadita a su hija y que tambien se llama como ella, María, esa soy yo, y mi abuela siempre me ha mirado con unos ojillos especiales, creo que recordar a su hija en mi cara es lo mas maravilloso para ella, la comprendo.Un abrazo y felicidades por tu blog, intentare consehguir tu libro
ResponderEliminarHola María, bonita,
ResponderEliminarun abrazo muy grande para ti y tu abuela
Querida Mercé:
ResponderEliminarHace 30 años, cuando tenía 17, me tocó enfrentar la muerte de dos de mis hermanos mayores en trágico accidente de tráfico. Un único árbol en 10 kilómetros a la redonda, en una interminable recta de Castilla se interpuso en su camino.
A mí me tocó aprender en el día, a día, en el paso a paso. Mi madre tardó unos cuatro años en volver a la vida. Nunca dejé de sentir la presencia de mi hermano. Quizá fue el regalo que Dios me dio en la cuna. El ser capaz de relacionarme con mis seres queridos incluso en la distancia... aunque la muerte se interponga. Mis hermanos me han acompañado y me siguen acmpañanda siemrpe, los hermanos a los que siempre pedí consejo, siguen estando ahí, serenando mis inquietudes y temores...
Hoy estaba buscando información para ayudar a una muy querida amiga a pasar el duelo desgarrador de la muerte de su único hijo de 6 años. Una muerte prematura en plenas vacaciones de esquí. Un viaje que todos los años yo me ocupaba de preparar con todo esmero. Sitios familiares, con un encanto especial, donde la nieve se vive con toda su cotidianeidad. Nuestro pequeño nos dejó en un paraje de ensueño... pero no es lo mismo vivir ese dolor en familia que acompañar a unos amigos. Hasta ahora me he dejado llevar por la intuición al igual que cuando murieron mis hermanos, pero me reconforta haber leído en tu post algunos de los consejos que yo le he dado a mi amiga, pero sobre todo me reconforta saber que, a veces, no se puede decir nada, que es más importante estar, escuchar, aguantar su mano, darle un sentido e íntimo abrazo...
Un abrazo y gracias
Inma
Inma, preciosa, sigue dejándote llevar por la intuición, es la mejor guía. Ella es el vehículo del alma y el camino más directo para ayudar y reconfortar. Confía en que sabes, porque sabes, solo tienes que permitirte recordar. Tu amiga tendrá que pasar el duelo que es un proceso de amor e iniciación, aunque duelo y mucho, como tu bien conoces.
ResponderEliminarUn abrazo grandísmo y muy amoroso