Así como a algunas personas les cuesta nacer, a otras, una vez muertas, les cuesta irse de este mundo. La noche en que desconectaron a mi hijo los médicos no me permitieron estar presente. Se lo supliqué varias veces pero imagino que, como inmediatamente entraba en un programa de donación de órganos, era imposible que nadie que no fuera del equipo médico estuviera presente. Entonces le dije a la doctora que habló conmigo que tendría que ser ella la que le dijera a Ignasi que siguiera la luz, que contaba con el cariño de los suyos para irse tranquilo.
Tanto Lluís como yo hubiésemos dado nuestra vida por la suya, pero como eso no es posible, al menos intentamos suavizarle el camino. Por suerte yo había leído los libros de Elisabeth Kübler-Ross y sabía que no es lo mismo marchar con el consentimiento de las personas que quieres que sin él. Tiempo después se lo conté a un amigo y me dijo que él nunca podría hacer eso; que no podría darle permiso a su hijo para que se fuera.
“Ponte en el lugar de la persona que se tiene que marchar –le dije–. ¿Verdad que si una noche quedas para ir a cenar con tus amigos te irás más tranquilo si tu mujer acepta con agrado que salgas y te diviertas? Pues eso, salvando las distancias, es algo parecido.
Cuando no tienes más remedio que dejar este mundo, tu energía se eleva con más facilidad si no te retienen tus seres queridos.
Con eso no digo que haya que reprimir el llanto o la pena. Durante la larga travesía del duelo hay que aceptar y dejar fluír todas las emociones y llorar alivia mucho, pero para no preocupar a Ignasi yo le decía que estuviera tranquilo, que lloraba por mí no por él, y que ya aprendería a vivir sin su presencia física. Siempre que tenía un mal momento le recordaba que era cosa mía, que él siguiera con lo suyo, que el aprendizaje del desapego me tocaba a mí, que él estuviera atento a las instrucciones de los seres de luz que me imagino hay al otro lado, los maestros que cuidan de su evolución.
Si mi hijo estuviera aquí yo intentaría que fuese feliz, me equivocaría en muchas cosas, como a veces me pasa con Jaume, pero mi intención estaría puesta en su felicidad. Yo no sé mucho de la vida después de la muerte pero lo suficiente para entender que los lazos de amor no se rompen y que cuanto mejor estoy yo, mejor están los míos, porque ellos son más felices si me ven feliz.