lunes, 29 de noviembre de 2010

REINVENTARSE

En eso andamos todas las madres que se nos ha muerto un hijo y todas las personas que han sufrido alguna pérdida sentida; un trabajo, una relación, lo que sea. Y, aunque es doloroso –a la mayoría nos asustan los cambios una barbaridad-, re-inventarse tiene un gran encanto, contiene posibilidades inimaginables, como pueden ser dar un sentido más profundo a nuestra vida y convertirnos en aquello que antes no tuvimos el coraje de ser.

Una buena manera de empezar a ser otro, más auténtico, es poner orden en la mochila que todos llevamos colgada a la espalda. ¡Cuánto llega a pesar lo que acumulamos y en realidad no es nuestro! Me refiero a las preocupaciones y responsabilidades de los demás que hacemos nuestras. ‘Que cada palo aguante su vela’ puede parecer una frase egoísta, pero en realidad es una verdad universal y sabia. Algunos hombres, pero en especial las mujeres, solemos hacernos cargo de las emociones, disgustos y sinsabores de todos los de la casa, del resto de la familia, de muchos de nuestros amigos, compañeros de trabajo y un montón de personas más. Pues nada, con paciencia y cariño hay que ir devolviendo a cada uno lo suyo y quedarnos sólo con lo que nos pertenece, que ya es suficiente. Al aligerar el peso, nos encontramos con nosotras mismas. Eso también asusta, pero mirarnos y escucharnos con atención es el paso previo para llegar a ser mujeres más alegres y felices. Meter la cabeza debajo del ala, está más que comprobado, solo dificulta la recuperación. ¿Qué no nos gusta lo que vemos? Pues nada, habrá que arremangarse y ponerse a hacer colada. Si nos encontramos con la rabia o la tristeza, habrá que sentirla, pero eso sí, solo la nuestra.

Aunque parezca frívolo, para re-inventarse los cambios externos suelen ayudar mucho. Una buena amiga, a la que hace un mes se le ha muerto su querida pareja, me decía el otro día que se ha teñido el pelo de otro color para mirarse en el espejo y comprobar que ya no es la que era. Yo pasé de pelirroja a rubia cuando se murió Ignasi y ahora estoy en la fase de dejarme el pelo blanco, a su aire.

Re-inventarse o morir es otra verdad universal. En una meditación mi profesora de yoga nos llevó a imaginarnos de viejecitas. ¿Qué le diría esa viejecita a la mujer que eres ahora? ¿Qué te diría tu viejecita, te pregunto a ti, lectora? Si pudieras verte dentro de muchos años y mirar atrás, seguramente le dirías a la mujer que eres hoy que todo pasa, que la vida va muy deprisa, que sufrir no sirve de nada, que es mejor que deshagas todos los entuertos y te dediques a vivir, que si tú eres feliz y estás contenta, es más fácil que lo estén también todos a tu alrededor, incluidos tus seres queridos muertos.

domingo, 21 de noviembre de 2010

PEDIR AYUDA PARA ATRAVESAR EL DUELO

En ocasiones he comentado en este blog la valiosa ayuda que he recibido de los terapeutas que he ido encontrando en el camino de mi duelo. Yo tuve la suerte de que ya en el hospital, la noche que cambió nuestras vidas, estuvo a nuestro lado nuestra amiga y doctora homeopática Elisabeth. La conocí muchos años atrás, cuando las otitis reiteradas de nuestro hijo pequeño, Jaume, me impulsaron a buscar alternativas. Ella nos dio la mano en los primeros días de oscuridad y nunca ha dejado de hacerlo. También nos arropó Tita, mi amiga y profesora de yoga y continúa haciéndolo a distancia ahora que vive en otro continente. Marcelino, el psicólogo al que acudimos todos en casa ha sido y sigue siendo otra luz en nuestro camino. He conocido diversas terapias energéticas y desde hace 10 años, una vez al mes, acudo a un taller de interpretación de sueños… Sí, tengo la suerte de contar con muchas buenas personas que me acompañan con su sabiduría. Dicen que estas personas aparecen, como los ángeles, cuando abrimos nuestro corazón, cuando nos mueve el impulso de estar bien, de atravesar las tinieblas, de conocernos mejor, de evolucionar, de abrazarnos al amor para seguir viviendo.

Aunque nadie puede andar nuestros pasos, pienso que no solo es lícito sino necesario contar con puntos de apoyo que nos sostengan cuando desfallecemos. Porque estar de duelo es como estar subido a una noria que no para, que parece que no tiene fin.

Cada persona es un mundo y cada duelo es personal y lo que va bien a unos tal vez no funcione en otros, pero eso no impide vencer el miedo o el orgullo y pedir ayuda porque el dolor aparcado, escondido, rechazado se convierte en una roca helada que oprime nuestro pecho y, tarde o temprano vamos a tener que hacerle caso… o enfermamos.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

MENSAJE URGENTE DESDE EL HOSPITAL LA FE DE VALENCIA

MENSAJE URGENTE DESDE EL HOSPITAL LA FE DE VALENCIA
Si conocéis a alguien que tuviera el grupo sanguíneo AB dispuesto a donar sangre,decirlo.
En el Hospital Universitario La Fe de Valencia hay un niño de 10 años ingresado con LEUCEMIA que necesita urgentemente unos 12 donantes.
es bastante raro, de ahí el hecho de la falta de donantes.
Los médicos anuncian que si los encontraran sería muy posible salvarla vida de este niño.

Por favor, reenvía este correo a quien conozcas.
El teléfono de la madre ( Maria Ángeles 963802408 )

martes, 9 de noviembre de 2010

ME HUBIESE GUSTADO DECIRTE ADIÓS

Victoria Branca
Extractado de su libro,
Me hubiera gustado decirte adiós


Una de las penas más grandes que cubren con su sombra la muerte súbita de un ser querido, es no haberle podido decirle adiós.
Esta privación a la que nos sometió la vida nos desespera y mantiene abierta la herida por largo tiempo. Sentimos que el corazón nos quedó estaqueado y amordazado en tierra de nadie. Hay tantas cosas que hubiésemos querido decir y no pudimos...
Todo aquello que la muerte silenció queda arrumbado en algún rincón de nuestra alma, y en algún momento tendremos que ir en su búsqueda y darle voz nuevamente aunque el destinatario ya no esté.
Decir todo lo que balbucea entre sollozos nuestro corazón hará que la angustia vaya cediendo y nos permitirá ir limpiando la herida, quitándole todo aquello que pueda infectarla para que sane poco a poco.
Una manera de despedirnos es a través de una carta.
En un lugar tranquilo, a solas, dejando que el corazón se exprese, podemos escribir las palabras que silenció el dolor.
Aunque empecemos a hacerlo y las lágrimas no nos permitan ver la hoja con claridad, aunque la tristeza nos invada y pareciera dejarnos sin aire en los pulmones, es liberador sacar hacia afuera todo lo que hubiésemos querido decir y no pudimos.
Aún si lo que sale no es lo que esperábamos, abrir el arcón de las emociones es una manera de transitar el duelo de manera sana.

Victoria Branca /conlospiesdesnudos.blogspot.com

domingo, 7 de noviembre de 2010

CÓMO TRATAR A UNA MADRE EN DUELO

Carta extraída del blog de CECI, yoteesperabayoteespero.blogspot.com

No te pido que me des un trato especial. No estoy enferma, no tienes que alejarte de mí, solo te pido que consideres algunos aspectos, pues me ha sucedido lo peor que me pudo haber sucedido.

Te pido que no tengas temor de pronunciar el nombre de mi hijo, ya que él vivió, vive aún en mí y fue y es muy importante.
Considera lo feliz que me siento de saber que tú también lo recuerdas y hablas de él. Me gusta saber que tú también lo tienes presente en sus cumpleaños y aniversarios.

Considera que pasaré tal vez en un mismo día por diferentes emociones.
Puedo vibrar de alegría al recordar a mi hijo y puedo llorar después por su ausencia.
Tal vez un día estaré feliz y otro día será desastroso para mí.
Te pido que me des espacio para ser libre con mis emociones, aún estoy trabajando en ellas.
No me obligues a estar contenta si me ves retraída, porque estoy pensando en mi hijo.
Considera que lo que me ha pasado no tiene nombre. No lo compares a otra situación que te haya sucedido a ti. Perder un hijo no es igual a ninguna otra muerte o evento. Por favor, no hagas comparaciones.

Considera que a pesar de que estoy trabajando en trascender mi duelo y elaborar mis emociones, no sé cuánto tiempo pueda durar esto en mí.
Aunque los profesionales digan que el duelo dura de uno a tres años, a veces pienso que pasarán muchos años para poder superar este trauma.
Dame tiempo, no sé cuánto…

Por favor no me consueles con explicaciones teológicas ni religiosas, no me digas que “Dios quería otro angelito con Él”.
Considera que es normal el hecho de que yo replantee mi fe y mis creencias. Incluso, permíteme cuestionar mi religión y algunas otras cosas y no me hagas sentir culpable.
Yo sé que saldré con fe nueva y fortalecida en Dios, lograré un nuevo entendimiento con Él.

Considera que mi cuerpo también me pasa la factura por este golpe emocional.
Puedo ganar o perder peso, dormir mucho o no poder dormir. Tener raras dolencias y ser propensa a estar enferma.

Considera que hay momentos en que no me puedes hablar de problemas económicos. Yo los conozco. Solo te pido que consideres el momento oportuno.

Por último, considera que tengo nuevos “anteojos” para ver la vida.

No soy la misma. Jamás lo seré.
Soy diferente, no soy como antes, tal vez soy mejor…
Trata de conocerme.

Autor: Mauricio Meza Acosta

CARTA DE MARICARMEN SORIANO ESPINOSA

Por mail he recibido esta carta que quiero compartir.

Paula y yo unidas por hilos invisibles e indestructibles

Ha pasado un año y medio desde aquel día que dejó una huella imborrable en mi vida. Miro hacia atrás y reconozco que he recorrido mucho camino desde el día en que Paula murió. Mucha gente me dice que admira lo fuerte que soy, que no me haya derrumbado. Yo pienso “no me han visto en mis peores momentos”, pero reconozco que he luchado ferozmente por tratar no solo de sobrevivir, sino de seguir viviendo. La verdad es que no tenía muchas más opciones. ¿Qué otra cosa podría hacer más que luchar?... Claro, podría haber escogido dejarme abatir por la tristeza, llenarme de amargura, echarme a morir. Pero tengo otro hijo que merece vivir y ser feliz. No puedo imaginarme a las personas que no tienen a nadie por quien seguir viviendo.

Creo que con el tiempo, a medida que he ido desarrollando una perspectiva diferente sobre la muerte de Paula, aunque la tristeza profunda y el dolor siempre están, su intensidad y duración se han mitigado un poco. O posiblemente ha aumentado mi capacidad para tolerar el dolor. No estuve presente cuando Paula tuvo el accidente, sin embargo las imágenes revolotean en mi mente y muchas veces en la noche me despierto porque en mi sueño la veo caer y darse el fatal golpe en la cabeza. Algunas veces me mira, sonríe y me dice: “Mira, mami, puedo volar”.

Los recuerdos de Paula son una mezcla de dolor y ternura. Pasó mucho tiempo antes de que lograra hilvanar recuerdos de eventos completos. Quizás es por ello que los recuerdos se presentan como relámpagos de luz. Aparecen y son tan intensos que me dejan sin fuerzas, envuelta en una tristeza muy profunda. Otras veces logro sonreír cuando pienso en algún episodio divertido en su vida. Es aún una sonrisa tímida, tibia. Mi risa ya no sale de mi estómago, como antes.

Mis sufrimientos son innumerables y mis dolores (en sus diferentes magnitudes) también lo son, y parecen no cesar, porque ni bien supero uno ya viene otro... como una rueda que gira sin parar: la rueda del dolor.

Y como no se detiene, caigo una y otra vez en las lamentaciones, en la autocompasión, en la depresión, en la debilidad, sin fuerzas para ver adelante, sin fuerzas para levantarme sola, pido ayuda a veces en silencio, a veces a Dios y a veces gritando! ¿Por que me pasa esto a mi? ¿Cuándo acabara tanto dolor? ¿Por que sufro tanto? y entonces... me sumo en el mar de la tristeza, me quedo sin fuerzas, sin ganas de levantarme, sin ganas de luchar, riego con mis lagrimas mis días............ sin respuestas.

Pequeños eventos pueden despertar mi dolor con una fuerza arrolladora. Si veo una foto que nunca había visto, oigo una canción de su grupo preferido, me encuentro con alguna de sus amigas, escucho su voz grabada, siento inmediatamente un dolor tan agudo como el que sentí el día de su muerte. Esos son mis peores días. No lucho. Dejo que el dolor me envuelva, porque sólo reconociéndolo, estoy aceptando que estoy viva.

No ha sido fácil seguir siendo una familia. Pasó mucho tiempo antes de que pudiéramos sentarnos los tres a comer. Ver la silla vacía que una vez Paula ocupó era demasiado doloroso. No fue fácil salir los tres de vacaciones al sitio donde antes íbamos los cuatro. Cada actividad que realizamos es incompleta. Siempre está la pregunta ¿Cómo hubiera sido si Paula aún estuviera aquí?

Huyo de las celebraciones familiares. Cuando están todos los miembros de mi familia reunidos, la ausencia de Paula se me hace mucho más intolerable. Ver a sus primas creciendo, estudiando, viviendo felices sus años adolescentes, verlas convertirse en jóvenes adultas, es un puñal que se clava en mi pecho.

Una de las cosas que he aprendido es a ser más comprensiva y sensible al dolor de otras personas. Si veo a alguien mal encarado que me trata con rudeza, enseguida pienso que quizás esa persona también sufre como yo por la muerte de un hijo u otro ser querido. Sé que hay muchas personas que han pasado por experiencias iguales o más devastadoras que la mía. Mi sufrimiento es pequeño comparado con ese inmenso universo del dolor.

Poco a poco he ido reconciliándome y reconectándome con la vida. Poco a poco he vuelto a reír, a trabajar, a relacionarme con algunas personas. He dejado de relacionarme con otras. Representan la diferencia entre “antes y después”... y eso duele. He aprendido a protegerme de las situaciones o personas que me hacen daño, que me alteran, que consumen mi energía. Poco a poco he ido construyendo una nueva vida, añadiendo nuevos elementos, probando nuevas actividades para saber con cuáles me siento cómoda. Es un proceso de ensayo y error. De disciplina más que de motivación. . Busco una misión en mi vida. Siento que es importante para mí tener un objetivo, algo por lo que valga la pena levantarme en la mañana. Sé que ese algo necesita estar relacionado con Paula. Ella me guía en esta búsqueda. Necesito aprender a aquietar mi mente para poder escuchar su voz. Es solo una cuestión de tiempo. Tengo paciencia. Sé esperar.

Lo más importante para mí ha sido encontrar maneras de honrar y mantener viva la memoria de Paula. Ya que no puedo darle más nada en esta vida, trato de buscar rituales sencillos que le pueden ayudar en su nueva forma de vida y que me reconfortan. Prendo velas , en su cumpleaños y cualquier otro día en el que tengo la necesidad de hacerlo o cuando siento que Paula me lo pide. La llama de la vela representa para mí el espíritu de Paula y pienso que dondequiera que esté, Paula ve la luz de la vela y no se siente sola.

Mi relación con Paula ya no es física. Es espiritual. Pienso y siento que mientras yo más crezca espiritualmente, más cerca estaré de ella. Me gusta pensar que Paula y yo seguimos creciendo, cada una en su realidad, cada una a su manera y que mi relación con ella va evolucionando, alcanzando tonalidades diferentes y mucho más profundas.

Hago una pausa. El sol ha vuelto a salir. Me asomo al jardín y observo las flores. Decido , tomar un libro, y sentarme un rato en el jardín. Hoy en día puedo sentir satisfacción haciendo estas cosas sencillas. Paula está siempre presente en todos estos pequeños actos de mi vida cotidiana. Veo a Paula en las pinceladas de acuarela de un atardecer, en los ojos grandes y profundos de una niña, en el viento que mueve con fuerza la copa de los árboles. Nos comunicamos sin palabras. Estamos unidas por hilos invisibles e indestructibles.