domingo, 28 de febrero de 2010

EL DOLOR ES PERSONAL


Me escriben algunas personas que quieren ayudar a los seres queridos que han sufrido una pérdida. Hay muchas maneras de hacerlo: escucharles, hacerles la compra o la comida si se encuentran al inicio del duelo, -en el tramo en que uno se encuentra imposibilitado para hacer frente a sus propios necesidades-, regalarles libros o flores si les gustan… Recuerdo que durante los primeros tres meses en que yo estuve en estado de shock, mi suegra nos traía tulipanes, mi cuñada Magda cocinaba para nosotros, mi hermana ponía y tendía lavadoras y muchos amigos acudían o llamaban para interesarse por nosotros. Todas las acciones amorosas sirven.

Con el tiempo me he dado cuenta que para acercarse al dolor de los demás y reconfortarles, es preciso hacer un trabajo interior que permita conectar con los propios miedos. Quien teme horrorosamente a la muerte y, por tanto a la vida, poco podrá hacer para consolar a los que sufren por la muerte de un hijo, un esposo, un hermano, una madre… Las personas capaces de estar junto a un alma dolorida son las que pueden estar con su propio dolor y vivirlo como una parte más de la existencia. Esas personas acompañan bien, incluso en silencio. Saben que no hay que coger el dolor de los demás y hacerlo suyo, porque eso impide crecer al que sufre. El dolor es un maestro personal e intransferible, del que recibimos clases particulares. Cada uno tiene lecciones que aprender de su dolor. ¿Qué sentido tiene presentarse a los exámenes que evalúan el conocimiento de otro? Eso no es amor.

5 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo Mercé, el dolor es personal e intransferible. Nadie puede vivir por otra persona su sufrimiento. Para mí la única manera de superarlo es atravesarlo, fluir con él, dejar que los sentimientos, sean cuales sean, vayan surgiendo. Tambiés es cierto que cualquier detalle de las personas que te rodean, incluso el más insignificante ayuda, y mucho. Mi hija pequeña, de 7 años, me ha enseñado que no hacen falta grandes palabras ni grandes discursos para sanar un corazón que sufre. Los primeros días, cuando me veía llorar, se acercaba a mi y me daba su manita, y allí estaba, conmigo, sin decir nada. Sólo con eso me bastaba y ella parecía intuirlo. Los niños son grandes maestros en esto de los sentimientos y tenemos mucho que aprender de ellos.
    Un abrazo muy fuerte.
    Mayte

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  2. Mayte, ¡qué sabia es tu hija!
    Tienes un ángel en casa.
    Besos,
    Mercè

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  3. hola mercè. m'encanta llegir-te. He llegit el teu llibre i està molt i molt bé.

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  4. Hola, Mecè. Sigue con tu labor y espero que a partir de ahora te sea más fácil y cómodo. Ya me dirás. Un beso, Llu

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  5. Mercè, muchas gracias por tus palabras.

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