30 de junio de 1999
(mediodía)
A jaime sólo le ha quedado una asignatura, castellano. Tienen mucho mérito éstas notas, se las ha ganado a pulso. Le veo bien.
Mañana se va a Menorca en bici, de campamentos, con su grupo del CAU. Toda una aventura. Este verano crecerá mucho en todos los sentidos y yo he de aprender a dejarle volar, a respetar sus secretos, su vida, a mirarle sin exigirle. Nuestros hijos no son nuestros. Ellos tienen su propio destino y han de aprender solos a construir su camino. Podemos aconsejarles, orientarles, pero siempre teniendo presente que su vida no es la nuestra, que tienen otras necesidades. No es fácil para las madres separarnos de ellos. Los hemos tenido dentro, son parte de nuestro cuerpo y sin darnos cuenta les convertimos en una prolongación de nosotras mismas. Pero ellos tienen una entidad propia, unas particularidades concretas y muchas cosas que aprender que pueden tener o no relación con nosotros pero que, en definitiva, sólo ellos pueden resolver. No tenemos derecho a usurparles su existencia. Es suya y han de hacer con ella lo que mejor sepan. Le pido a la fuerza del bien, al infinito, que me ayude a educarle para convertirle en un hombre, en el sentido más amplio de la palabra.
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