domingo, 11 de enero de 2009

NOS SALVA EL AMOR (DIARIO)

16 de Abril de 1999

Sábado

Ayer cuando iba andando hacia el trabajo a las 9 h. de la mañana, Barcelona estaba preciosa. Desde el Paseo de Gracia miré el Tibidabo. Estaba allí, como un referente nítido. Muy cerca de la montaña estaría ya en el colegio mi hijo Jaime. Pensé que se merecía pasar un buen día. Al atravesar la Rambla de Catalunya busqué con la mirada el balcón con flores que me gusta. A esa hora tiene una luz especial (la “buena” diría Lluis, mi marido, que es fotógrafo). Quiero sentir la vida como una unidad. Vivir el dolor, la nostalgia, la tristeza... y a la vez todo lo bello que encierra la existencia. En la calle Enrique Granados compré una maceta grande, llena de margaritas amarillas, para la terraza de Carmen, mi compañera de redacción. Era como regalarle un trocito del campo menorquín en primavera.

Desde el accidente percibo mejor la esencia de la vida. Con la desesperación se roza a veces la lucidez. Antes, yo ya sabía que lo importante era la actitud, la predisposición que tiene cada uno ante lo que le ocurre. Pero ahora, además, lo siento. No se trata de un razonamiento intelectual, sino de pura supervivencia. En las situaciones límites sólo sirve el amor. La solidaridad es lo único que te mantiene. Tanto Lluis como yo seguimos rumbo a la felicidad. No es fácil. Pero es una manera de conseguir que Jaime vuelva a ser feliz. Si lo conseguimos nosotros es muy probable que lo consiga él. Si nos hundimos seguro que él saldría muy mal parado de todo esto. Como dice Luis: “ya sabemos el camino, sólo falta reencontrarlo.

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