Al principio de mi duelo me sentía tan perdida y desconcertada como Alicia en el País de las Maravillas. Miraba por la ventana y me sentía extranjera en mi propia ciudad. Nada iba conmigo. Estaba desconectada de la vida. La cotidianidad de los demás me parecía extraña, estuve tiempo sin poder mantener una conversación trivial. No podía seguir las convenciones sociales. Salir a la calle requería un esfuerzo parecido a subir al Everest. En cualquier momento, de forma imprevisible, podía estallar dentro de mí una tormenta devastadora. No solo sentía un profundo dolor, temía volverme loca. Los amigos, las personas que te quieren, si no han atravesado un gran duelo, no saben como sostenerte. Es con el tiempo y poco a poco que una va aprendiendo a escuchar su corazón; a seleccionar las salidas, a decir no en el último momento, a tener paciencia con una misma cuando al abrir los ojos se presiente un día torcido… No hay un manual de instrucciones, porque cada duelo es distinto, pero a mi me parece que, al principio, el recogimiento y el silencio ayudan. Si no hay energía, lo mejor es estar quieta, intentando crear pensamientos amorosos que nos ayuden a recargar las pilas.
A los dos años de morir Ignasi, murió mi madre una noche de agosto, de repente, mientras Jaume, Lluis y yo estábamos en Cabo Verde, procurando contagiarnos de la alegría en estado puro que se respira en África. Aquella noche la pasé en vela sin saber por qué. De madrugada, cuando me llamó mi hermana volví a la cueva oscura, al tiempo sin tiempo, a la desconexión, al silencio… pero no me asusté, la muerte de Ignasi me ha enseñado que el duelo hay que atravesarlo, sabía que tenía que pasar por lo que pasé, que la muerte de un ser querido siempre nos cambia la vida, aunque nos resistamos. Después de la partida de Ignasi veo la muerte como un nuevo comienzo, no como un final.
Hola Mercè, como resuenan tus palabras en mi alma... Recuerdo ese primer tiempo, recuerdo esa locura, estar perdida entre todas esas emociones tan devastadoras, pérdida entre lágrimas y gritos, sintiéndome tan sola... Como dice Angy Carmelo solos ante un desierto que hay que travesar...
ResponderEliminarUn beso muy tierno Mercè hasta el cielo...
Hola Mercè
ResponderEliminarAunque en todo los sitios se dice que el duelo es único, yo creo que es único en cuanto a que es vivido de manera individual por cada uno de nosotros, pero en lo esencial es común, porque todo lo que vas contando yo lo veo en mi madre, ella también se siente extranjera hasta en su propia casa y a la vez no quiere salir de ella, se ha refugiado aquí y aunque a veces está desesperada aquí dentro, lo prefiere a salir a la calle y tener que enfrentarse por ejemplo, a un día soleado. Tiene muchos miedos, sentir que ya nada es como antes y pensar que no volverá a serlo nunca la atemoriza.
Muchos días se mete en la cama y quiere únicamente estar pensando en mi hermano, dice que en la cama se siente protegida, y que ahí se desahoga llorando.
Que bajón de energía tenemos, yo hago frente a mi rutina diaria pero al final del día me derrumbo entre el cansancio y la tristeza, no me queda un ápice de energía sólo tengo ganas de meterme en la cama y dormirme llorando.
Deseamos que te recuperes del todo prontito, y vuelvas a llenarte de energía, a nosotras también nos hará mucha ilusión poder abrazarte el viernes en Albacete.
Querida Ana,
ResponderEliminarEl sufrimiento cansa muchísimo, pero pasará. Tened confianza en eso.
Ana, bonita, no voy a poder ir a Albacete. Las neumonías dan muchísimo cansancio y no me veo con fuerzas para hacer este viaje. Son 5 horas de tren, desde Barcerlona. En otra ocasión será.
Un abrazo grande para tu madre y otro enorme para ti.
Lo principal es que te recuperes bien de esa neumonía.
ResponderEliminarNosotras iremos mañana a Albacete, porque creo que a mi madre le hará bien, sentimos mucho no poder verte en esta ocasión, pero como tú bien dices en otra ocasión será, cuidate mucho y te escribiremos después de las jornadas.
Un beso