miércoles, 21 de octubre de 2009

LA DURACIÓN DEL DUELO

¿Cuánto dura la tristeza y el dolor que causa la muerte de un hijo o de un ser muy, muy querido? Es imposible determinarlo, cada persona es un mundo y cada situación es distinta. Si un hijo contrae una enfermedad de las denominadas incurables, cuando nos comunican el temido diagnóstico, empieza ya el duelo y, si la enfermedad es muy larga y le vemos sufrir y consumirse, el día que se va lo más probable es que, entre todas las emociones que sintamos, se encuentre también la gratitud por el hecho de que por fin descanse. Eso no quita dolor, pero ayuda a comprender que nuestro hijo no podía seguir aquí, encontrándose tan mal como se encontraba. No es que sea un duelo más llevadero, es que empieza antes, a veces mucho antes, del día de su muerte.

A los padres que se nos va un hijo de repente, el dolor viene de golpe pero no es más ni menos intenso que el que han pasado los papás de un niño enfermo. ¿Cuánto durará uno y otro? Depende de la capacidad de cada uno de transmutar el dolor, de conectarnos al amor, de aceptar la vida y los cambios. Depende de las heridas sin curar que arrastremos, del entorno amoroso o no en que vivamos… ¡Depende de tantas cosas!

Una cosa está clara: no importa el tiempo, lo imprescindible es que atravesemos el duelo con la firme convicción de llegar a ver la luz. Habrá días en que eso se convertirá en una misión imposible. Me refiero a esos días negros en que parece que volvemos al principio del horror. Esos días forman parte del todo, de la curación, hay que tocar fondo muchas veces, eso conviene saberlo. “¿Cómo es posible -nos preguntaremos- que ahora vuelva a sentir ese nudo en el pecho, esa falta de energía, ese vacío en las entrañas, si ya estaba mejor, si ya han pasado 1,2,3,4,5,6 o más años?” No sólo es posible, sino que es normal, es así, nos ocurre a todos. Pero, si apostamos por la vida, también hay días en que notamos en nuestro interior una alegría serena inmensa, un amor hacia todo que antes no percibíamos. Y eso ocurre ya durante el primer año, aunque sea el peor año de nuestras vidas. El segundo puede ser un poco mejor, pero nos encontramos todavía en zona de riesgo, sumidos en los vaivenes del tiempo sin tiempo que acompaña a las grandes pérdidas. Al menos eso es lo que me ocurrió a mí, durante muchos años.

Es lento el proceso, no es posible saltarnos etapas, cada uno aprende a vivir de nuevo a su ritmo. Nunca más seremos los de antes pero seguramente conseguiremos aumentar el amor incondicional que nos acerca a nuestros hijos muertos y nos permite vivir con más plenitud y paz a nosotros.

3 comentarios:

  1. muy bellas tus palabras, gracias

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  2. Cuántas personas que tienen la luz a su alcance y no la ven, ni la buscan, ni la desean... Y cuántas otras que, en un momento, se les oscurece la vida sin merecerlo, ni imaginarlo, pero que no descansan hasta encontrarla...
    Un abrazo de los tiernos.
    Julia

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  3. Querida Mercé:

    Ni te imaginas lo que me ha reconfortado leer tu escrito. Esta última semana, hemos estado de viaje cuatro amigas con nuestros respectivos hijos. Lo organicé este verano, pues me apetecía realizar un viaje con mi hija Teresa. Todo ha estado bien y ella ha disfrutado mucho. El día que regresábamos mis amigas me comentaban lo animada que me habían encontrado y lo agradable que les había hecho el viaje. La verdad es que mi carga emocional fue enorme, afortunadamente nadie lo notó. Aunque disfruté mucho, hubo momentos, en los que pensaba en él como si a nuestra a vuelta estuviera esperándonos en casa. Cuando llegué a Sevilla permanecí dos días en casa, había tocado fondo. Sí, lo toqué y lo tocaré, no me importa reconocerlo y cuando me preguntan qué me ocurre no invento excusas. En esos momentos de necesaria soledad y fusionarme con el dolor, soy YO más que nunca…lloro, me miro por dentro, saco todo lo que tengo, malo y bueno, lo analizo y vuelvo a cargarme de energía para continuar por el camino que mi intuición me lleva y tú ,con tu experiencia, me corroboras.

    Besos y muchas gracias.

    Mª José Romero Asprón

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