Estos días he estado leyendo “El Hombre en Busca de Sentido”, del psiquiatra vienés Víctor Frankl. Este gran hombre, creador de
…La oscuridad del alba nos hacía caminar a tientas, y así tropezábamos con las piedras y pisábamos los charcos de aquella única carretera de acceso al campo. Los guardianes nos conducían a culatazos de sus rifles sin dejar en ningún momento de chillarnos. Los que andaban con los pies llagados se apoyaban en el brazo de su vecino. Apenas se oía una palabra entre nosotros porque el viento helado no propiciaba la conversación. Con la boca protegida por el cuello de la chaqueta, el hombre que marchaba a mi lado me susurró de improviso: “¡Si nuestras mujeres nos vieran ahora! Espero que ellas estén mejor en sus campos y desconozcan nuestra situación”. Sus palabras avivaron en mí el recuerdo de mi esposa.
Durante kilómetros caminábamos a trompicones, resbalando en el hielo y sosteniéndonos continuamente el uno al otro, sin decir palabra alguna, pero mi compañero y yo sabíamos que ambos pensábamos en nuestras mujeres. De vez en cuando levantaba la vista al cielo y contemplaba el diluirse de las estrellas al tiempo que el primer albor rosáceo de la mañana se dejaba ver tras una oscura franja de nubes. Pero mi mente se aferraba a la imagen de mi esposa, imaginándola con una asombrosa precisión. Me respondía, me sonreía y me miraba con su mirada cálida y franca. Real o irreal, su mirada lucía más que el sol del amanecer. En este estado de embriaguez nostálgica se cruzó por mi mente un pensamiento que me petrificó, pues por primera vez comprendí la sólida verdad dispersa en las canciones de tantos poetas o proclamada en la brillante sabiduría de pensadores y filósofos: El amor es la meta última y más alta a la que puede aspirar el hombre. Entonces percibí en toda su hondura el significado del mayor secreto que la poesía, el pensamiento y las creencias humanas intentan comunicarnos: la salvación del hombre solo es posible en el amor y a través del amor. Intuí como un hombre, despojado de todo, puede saborear la felicidad –aunque solo sea un suspiro de felicidad- si contempla el rostro de su ser querido…
Mi mente se aferraba a la imagen de mi mujer. De pronto me asaltó una inquietud: no sabía si aún vivía. Sin embargo ahora estaba convencido de una cosa: el amor trasciende la persona física del ser amado y encuentra su sentido más profundo en el ser espiritual del otro, en su yo íntimo. Que esté o no presente esa persona, que continúe viva o no, de algún modo pierde su importancia…”
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...porque todo pasa, pero el amor no pasará jamás.
ResponderEliminarQuerida Mercé:
ResponderEliminarTras la partida de mi hijo, fueron varios los libros que me recomendaron, todos los leí y de todos saqué algo positivo. No obstante, "El Hombre en Busca de Sentido",lo adquirí porque en uno, de los tantos que pasaron por mis manos, se hacían varias reseñas al mismo y sentí curiosidad. He de confesarte que me impactó como ningún otro.El mensaje que Viktor Frankl nos envía es, justamente, el que necesitaba desesperadamente oír: hay que seguir viviendo pase lo que pase, hay que seguir luchando y no cerrarnos a ser felices, porque siempre, siempre, tenemos un sentido en la vida para ello (sentido como sinónimo de valor). Para mí, el sentido es el AMOR. Como ya te dije en una ocasión, este hijo mío me ha dejado un legado enorme...su inmensa capacidad de amar...Sí, he de expandir ese amor. En resumen, mi vida no se ha quedado carente de sentido, sólo que, éste último, ha sufrido un gran cambio...
Besos fuertes,
Mª José Romero Asprón