domingo, 27 de septiembre de 2009

LA BONDAD DE LA PACIENCIA

He tardado mucho en apreciar el inmenso valor de la paciencia. Tal vez porque nací acelerada –mi madre decía que salí de su vientre con la rapidez y la furia de un tapón de cava-. Aterricé en este mundo con prisas, como si llegara tarde. Y esa sensación de ansiedad me ha acompañado buena parte de mi vida.

La paciencia es la madre de la ciencia, decía mi madre cuando yo era pequeña y yo la miraba sin entender nada, como si me hablara en chino. A medida que iba creciendo podía entender la importancia de otras virtudes, ¿pero la de ser paciente? A esa no le encontré sentido hasta que llegó el parón seco de la muerte de Ignasi.
La impaciencia es compañera del orgullo, de la intranquilidad, del desasosiego, del vivir esperando algo que nunca llega. La paciencia en cambio es pausada, bondadosa, nos fortalece, nos invita a disfrutar de las pequeñas cosas, de las que tenemos hoy, sin perseguir las que quizá lleguen mañana.

La paciencia con uno mismo es un regalo. Si estamos mal y la invocamos, al cabo de nada estamos mejor. De su mano es más fácil recorrer la oscuridad, es una buena guía, conoce el camino, apuntala cada uno de nuestros pasos, tiene tiempo para abrazos, para reconfortar nuestro llanto… la paciencia nos muestra nuestro lado más humano, más bonito, más resplandeciente. Ya no digamos con los demás: ¡obra milagros! Permite que las personas que queremos florezcan, sin el agobio de nuestros reclamos. Convierte los errores, los suyos y los nuestros, en oportunidades de cambio, porque solo equivocándonos mucho avanzamos.

La paciencia nos muestra el camino porque cualquier movimiento del alma es lento.

3 comentarios:

  1. Querida Mercé:

    A mí, de pequeña, repetían sin cesar: "La paciencia todo lo alcanza", pero yo hacía caso omiso y lloraba y enfadaba cuando algo no me salía con la prontitud o de la manera que yo esperaba. Mañana se cumple un año de la inevitable partida de mi hijo Pepe. Muchos son los que dicen admirarse por lo bien que "llevo", desde le primer momento, su tremenda ausencia. Pues bien, siempre digo que el 29 de septiembre de 2008, aprendí a que, las cosas pasan porque tienen que pasar, así como a que la prisa y la impaciencia son malas consejeras. Para mí ya todo es relativo, mis histerias han desparecido como por encanto y los comentarios que antes me hacían saltar como un resorte, hoy no son más que opiniones no coincidentes con las mías. El mundo sigue girando, pero ya no tengo la sensación de mareo y camino por la vida de manera más pausada. Y así, compruebo que estoy más receptiva al cariño y apoyo de aquellos que me rodean, a la vez que me coloca en mejor disposición para poder responder y acercarme a ellos. Continúo cometiendo muchos errores, pero intento con todas mis fuerzas ser cada día un poquito mejor y le pido a mi hijo que siga enviándome la paz y serenidad que tanto bien me hacen. ¿Y sabes una cosa?, Pepe, desde la eternidad, sigue obedeciendo a su madre.

    Un beso fuerte y gracias por tu encomiable labor.

    Mª José Romero Asprón

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  2. querida maria josé, ya me gustaría a mí sentirme como tú, yo hace dos semanas que perdía a mi hijo con solo seis años, y no experimento nada más que ira, asco, rabia, desesperacion y un largo etc que como bien supones, no me hacen nada bien, pero es lo que hay, no soy capaz de pensar en nada mas, porque todos esos proyectos de vida que tenia con él se ido, se han evaporado comno por arte de magia, me gustaría que me indicaras como se consigue aunque sea minimamente, salir adelante, muchas gracias.

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  3. Jesús, es normal que te sientas así. Tienes que permitirte sentirlo. Hace solo dos semanas que se ha muerto tu hijo y la muerte de un hijo es tremendamente dolorosa.
    Un abrazo fuerte,

    Mercè

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