domingo, 11 de enero de 2009

ES NORMAL ROZAR LA LOCURA, SENTIRSE PERDIDO (DIARIO)

11 de junio de 1999

(Mediodía)

El otro día iba andando hacia el trabajo y mis ojos tropezaron con unas manos adolescentes que hacían girar el bolígrafo entre los dedos como Ignacio. El corazón me dio un vuelco, el tiempo se paró y yo no sé cuento rato estuve mirando aquellas manos que se parecían a las de mi hijo hasta que levanté la cabeza y miré a la cara del chico. Mi corazón quiso ver a Ignacio. Hubiese podido ser él. Me entró vértigo y me fui despacio. El límite entre la cordura y la locura es finísimo. Me sentí en la frontera y me asusté. No sé si estoy tocando fondo, pero lo estoy pasando muy mal. Desde la muerte de mi hijo es como si una nube espesa me acompañara siempre. Estoy tan cerca de lo irreal, como de lo real.

Hace un par de años leí que estar de duelo es como atravesar un túnel. Yo estoy entre tinieblas. No sé qué hacer conmigo, con mi vida. Tengo muy pocas fuerzas, pero las suficientes todavía para darme cuenta de que he de ser paciente conmigo misma, dejar pasar el tiempo y pedir ayuda “a los de arriba”. Cuando perciben que la cosa va en serio, que no puedo más, siempre acuden; a veces en forma de llamada de una buena amiga, como Carmen Galard, que con su saber me reconforta. Me da aliento y pistas para ver más claro. Otras aparece mi hermana y prepara con todo su amor la cena para mi familia, mientras me ruega que me estire en el sofá y descanse... en ocasiones surgen en mi mente, como por arte de magia, ráfagas de pensamiento que me ayudan a entender qué ocurre, frases como: “después de un momento difícil llega otro feliz de la misma intensidad” o “una cosa es saber y la otra comprender”. Pensamientos que, intuyo, no son míos. Pertenecen al saber cósmico, a la energía del bien. Y me los mandan mis maestros, mis guías, gente espiritualmente más evolucionada que me quiere. Cuando estoy realmente mal actúan con rapidez. Antes yo sabía, porque lo había leído en los libros, que existe otra vida, otras dimensiones, que la energía no se crea ni se destruye... pero ahora lo siento, lo vivo. Nada ocurre por casualidad, ni lo bueno ni lo que consideramos malo, aunque nos duela. Todo tiene un por qué y forma parte de un plan perfecto, infinito.

3 comentarios:

  1. estas tres ultimas frases son con las que me quedo, espero merce que tengas razon, es una forma de consuelo un poco tonta pero es una forma de consuelo, espero que todo lo que ocurre es por algo, que hay un por qué, una causa, que forma parte de un plan perfecto, infinito, porque me niego a aceptar que mi hijo murió porque sí, por la mala suerte de un horroroso accidente, en fin, me voy a la cama y cuando este a punto de dormirme en vez de pensar en voz alta que ya he vivido un dia más, pensaré que ya me queda un dia menos para volver a ver a mi hijo ivan,

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  2. Es verdad. yo también pienso que cada dia que pasa es un dia menos para poder estar junto a a mi hija. Hace cuatro años y el dolor es cada vez mayor. Temo enloquecer. Tengo ayuda psicológica, pero esyoy mal. Estoy peleando con toda mi familia. Lo que antes solía pasar por alto, ahora no puedo. Estoy asustada. Gracias.

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  3. Es normal vivir un proceso de profundo cambio interno cuando muere un hijo. También es normal sentir una inmensa rabia. Te irá bien sacar la rabia, hay terapias específicas para hacerlo. También es normal sentirse asustada. A mi me ha ayudado contar con ayuda psicológica.

    Un beso grande,

    Mercè

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