viernes, 25 de diciembre de 2009

LA SUERTE DE COMPARTIR

El contacto con las personas que leen este blog es de las mejores cosas que me han sucedido este año. Aunque a la inmensa mayoría no las conozco, me reconforta sentirme parte de ellas. Agradezco de todo corazón la posibilidad de compartir sentimientos, de estrechar cálidos lazos de amor que endulzan nuestras almas. Me da paz. Somos compañeros de un viaje duro, que encierra millones de posibilidades. Durante este largo recorrido, podemos volver a elegir quiénes queremos ser, nos es permitido sembrar y recoger alegría serena, humildad, compasión, confianza… Podemos aprender a querernos, a aceptar cariñosamente a los demás y a nosotros mismos. Podemos aprender a vivir de verdad. Y cuando nosotros también estemos al otro lado, y miremos hacia atrás, nos encontraremos con todo lo que hemos creado, con la fertilidad de las lágrimas que hemos derramado. A veces pienso que el truco de vivir consiste en no resistirse a reír, ni a llorar.

jueves, 24 de diciembre de 2009

TODAS LAS MADRES SOMOS UNA

Estoy en casa, llueve y en la cocina hierve ya el caldo de Navidad. Mañana vienen a comer mi hermano y mi padre y yo siento ahora en el alma toda la dulzura y el calor de las mujeres que me han precedido y ya no están. Ellas inundaron de amor mis navidades y lo siguen haciendo ahora porque viven dentro de mí. Son ellas, con mis manos, las que están preparando lo que mañana compartiremos. No seré en casa la única mujer, aunque en la mesa solo haya hombres. Encenderé una velita que las representará a ellas, otra para mi hijo y otra para todos los hijos que se han ido y siguen viviendo en nuestros corazones. Desde este momento, para mi, todas las madres somos UNA y eso me da una fuerza inmensa. Da igual que en el pecho sienta esa sensación conocida, esa piedra que recuerda el dolor de las ausencias. No voy a luchar para deshacerla, también forma parte de mí y estará ahí hasta que el amor la derrita.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

ESTAR PRESENTES


Estos días es fácil que los padres a los que se les ha muerto un hijo estén sin estar. Es comprensible, pero demasiado triste para los hijos vivos. Para ellos, como para todos, es Navidad. Necesitan a su padre y a su madre presentes, los necesitan siempre presentes. ¿Cómo se consigue eso? Estando dispuesto a que la vida duela, pero al mismo tiempo amándola. Si le damos la espalda a la vida, también se la damos a nuestros hijos vivos, y a nosotros mismos. En las mesas de Navidad, aunque no los podamos ver, también están nuestros seres queridos muertos si abrimos nuestros corazones.Hay que sumar, en lugar de restar. El dolor es el que es y resulta mucho más llevadero si nos abrazamos al amor.

domingo, 20 de diciembre de 2009

LAS PALABRAS CURAN

Es tan fácil hablar que no nos damos cuenta del milagro que representa. Cuando nos expresamos con nuestra lengua materna, los sonidos brotan sin pensar, como por arte de magia y cada palabra encierra nuestra forma de ver la vida, de acercarnos al dolor, al amor, habla de nuestros miedos, de nuestras inseguridades, de lo que creemos, de lo que soñamos … El lenguaje nos define y nos ayuda a compartir sentimientos. Por eso, hablar de las personas que ya no están aquí y de nuestras emociones cura, siempre y cuando hablemos desde el corazón, desde el centro de nuestro ser, desde nuestro yo más sagrado. Si no es así, las palabras no sirven para curar, están vacías. Cuando decimos una cosa y sentimos otra, desperdiciamos el poder sanador de las palabras. De ahí que sea tan importante deshacernos de los prejuicios, de los dogmas, de las verdades absolutas que actúan de filtros e impiden que los sonidos surjan directamente del alma.

Cuando alguien nos dice algo desde el corazón es más probable que llegue al nuestro y eso siempre da paz. Como también la da decirnos a nosotros mismos, en voz alta, lo que sentimos. No nos deberíamos acostar sin habernos dicho, con dulzura, palabras cariñosas, de aprobación, de consuelo. Al verbalizar una emoción ponemos en marcha en nuestro interior el interruptor que nos une a la Creación, al Universo entero.

domingo, 13 de diciembre de 2009

DESHACER LOS NUDOS

Aunque parezca mentira, todo pasa. No es que el dolor desaparezca por arte de magia con el paso del tiempo, sin más. No. No es eso. Lo que ocurre es que después de días muy difíciles llegan otros que no lo son tanto y, entonces, tenemos la oportunidad de emprender acciones que nos ayuden a deshacer los nudos y aligerar las penas.

Recuerdo que al principio del duelo –y cuando digo principio me refiero a los primeros años- yo solía sentir la sensación de tener una piedra pesada y enorme entre el centro del pecho y la boca del estómago. Mi psicólogo, Marcelino, me decía que esa piedra grande estaba hecha de las emociones atascadas que no había podido digerir a lo largo de la vida. Cada uno de nosotros, desde que nacemos, tal vez desde antes, guardamos en nuestro interior el dolor que vamos acumulando. Ese dolor puede convertirse en una enfermedad si no le hacemos caso. La primera buena noticia es que no hace falta enfrentarnos de golpe a la piedra entera. La segunda, es que duele menos deshacerla que mantenerla. Y la tercera, y tal vez la más importante, es que a la que estamos firmemente decididos a seguir adelante, el Universo entero se pone de nuestra parte.

Se trata de dar el primer paso al vacío. Si nos atrevemos, aunque sea muertos de miedo y con los ojos cerrados, sorprendentemente aparecen escalones donde antes no había nada.

viernes, 11 de diciembre de 2009

SENSIBILIDAD A FLOR DE PIEL

Estamos a las puertas de Navidad y del aniversario de la muerte de Ignasi y, la verdad, no puedo evitar que los ojos se me llenan de lágrimas por cualquier cosa. Este año, que hará once ya de aquel día, me siento vulnerable como una niña pequeña. Necesito mimos, caricias, palabras cariñosas y tiernas.

Desde aquí me gustaría pedir a la familia y amigos de los padres a los que se les ha muerto un hijo que se conviertan ahora en sus Reyes Magos, en sus Ángeles de la Guardia, porque -lo sé bien- necesitan más que nunca sentirse queridos y protegidos.

Muchas personas cercanas no se atreven ni a llamar por miedo a importunarnos. Alguien tiene que explicarles que no han de temer nada, que sus muestras de cariño son el mejor bálsamo para nuestra alma herida.

Hay muchas maneras de demostrar amor. Cada uno a su manera puede convertirse estos días en Dios

miércoles, 9 de diciembre de 2009

VIVIR CON PLENITUD


Propongo que perdamos el miedo a la palabra muerte. Hasta hace poco hablar de ella se consideraba morboso y tal vez para muchos todavía lo es. Pero no hay nada más natural que morir y las madres y los padres que han visto morir a un hijo tienen la necesidad de saber qué ocurre después, qué es realmente la muerte, dónde están nuestros seres queridos… Dejemos a los que no quieren ni nombrarla y hagamos entre todos los demás un esfuerzo para decir alto y claro lo que sentimos. La muerte para mí es una oportunidad de crecimiento espiritual enorme, es en realidad la gran oportunidad.

Dicen las personas que trabajan con enfermos terminales, que una de las cosas que da paz a los moribundos es el perdón. En el lecho de muerte, perdonar y ser perdonado alivia el dolor del alma ¿Por qué esperar a los últimos suspiros? ¿Por qué no empezamos ahora, que todavía contamos con fuerzas para disfrutar de la alegría que produce sentirse ligero de espíritu?

Dice el terapeuta Stephen levine que cobardía es vivir como si la muerte no existiese. El desafío es saber. Para saber, para aprender a morir, es necesario pacificar nuestro interior. El camino para conseguirlo es ir curando de una en una las heridas recientes y antiguas. Solo así, conociéndonos a nosotros mismos y perdonando nuestras debilidades y las de los demás podremos morir en paz y vivir en plenitud. ¿Pero cómo se curan las heridas, las conocidas y las desconocidas? Con paciencia y con la ayuda de los médicos, psicólogos y terapeutas que puedan enseñarnos a relajar el cuerpo, casi siempre agarrotado, a contener la mente, casi siempre desbocada y a indagar en nuestra alma, casi siempre escondida y maltratada. Eso requiere un trabajo lento y tan largo como la vida misma, pero el regalo que encierra lo vamos recibiendo de a poquito en el camino. Y un día aceptamos la muerte, incluso la de nuestros seres más queridos y vemos la vida entera como un regalo.

viernes, 4 de diciembre de 2009

LIBERAR EN LUGAR DE AFERRAR

El otro día leí en un artículo de Pamela Kribbe, que la respuesta al miedo nunca es pensar más. Es pensar menos y confiar en el flujo de la vida, es liberar en lugar de aferrar. He comprobado que cuando tengo miedo es porque me resisto al cambio, me resisto a la vida, porque no acepto las cosas tal como son, porque no confío. Ahora sé que siempre que siento miedo estoy en la antesala de desprenderme de ataduras, de maneras de ver, de pautas que ya no me consuelan, que ya no me sirven… El proceso es más o menos largo y doloroso, como todos los procesos que nos acercan al alma, a la unidad a la alegría, al amor.

Tras la muerte de Ignasi me propuse rendirme por primera vez. Rendirme en el sentido más amplio. Dejar de aferrarme a lo que creía que era yo –mi mente, mis pensamientos, mis creencias­- y aceptar que lo realmente importante no está en mis manos, que formo parte de algo más grande y que el plan es perfecto y cada uno de nosotros forma parte del Todo y por separado no es nada. O lo que es lo mismo: para tenerlo Todo no hay que perseguir Nada. La clave está en SER, sin aspirar a más.

La aceptación total nos conduce a la completa alegría. Y las madres y padres a los que se nos ha muerto un hijo no tenemos otra opción que aprender a aceptar. Este es el regalo que nos hacen nuestros hijos muertos. Por eso hemos de dejar espacio en nuestros corazones para la alegría, porque la alegría nos acerca a ellos y a la vida.

Si lo que determina una vida plena es la cantidad de amor que somos capaces de dar y recibir, nosotros podemos dar fe de que la muerte como final no existe, porque podemos seguir unidos al amor de los que se han ido y, en su nombre y en el nuestro, seguir dando amor a los que tenemos cerca, eternamente. Lo que es, es y está bien que así sea, aunque nos cueste un gran esfuerzo entenderlo. Si abrimos nuestro corazón, con el tiempo, vamos encontrando sentido a lo que la vida nos ha deparado. No nos sirve quedarnos en el pasado, en lo que hubiese podido ser… Lo realmente creativo es el presente. Cada día podemos reinventarnos, como cuando éramos niños.